El coronavirus, un punto de inflexión para el comercio local

El coronavirus, un punto de inflexión para el comercio local

 Ángel Moreno. Villanueva del Arzobispo

Desde que esta pandemia empezó a castigar con dureza a España, hemos aplaudido la firmeza de nuestros cuerpos de seguridad del Estado y la valentía de los sanitarios. Ellos están aguantando la carga vírica y social que ha invadido nuestras vidas. Estamos viviendo un hecho que pasará a la historia, aunque como siempre, nos olvidamos de nuestros comercios locales, pues ellos están aguantando gran parte de la carga económica que supone esta crisis sin precedentes.

Hablamos de un sector tremendamente azotado por cualquier cambio en la estructura financiera o social en España. Autónomos y pequeños empresarios son la cabeza de turco de cualquier crisis. Es un sistema frágil que sufre las consecuencias de un mundo globalizado y del propio consumismo que esto genera. Y con el COVID-19 no es diferente, pues las consecuencias de esta pandemia pueden ser desastrosas para nuestro comercio.

Pero como en la misma vida, donde hay fe hay esperanza. Una esperanza que debe nacer de un cambio de mentalidad. Quizá el coronavirus sea ese punto de inflexión que cambie por completo la visión que tenemos de nuestra sociedad de consumo. Quizá toda esta tragedia sirva para que el vendedor aprenda a vender y el comprador aprenda a comprar.

Vivimos ajenos a la sirena que nos avisa de que algo no funciona. El sistema de compraventa actual, los gobiernos y las tendencias de la juventud condenan al pequeño negocio. El comercio electrónico es una moda que nos lleva a buscar fuera lo mismo que tenemos en casa. Es una propensión habitual en la sociedad española y en Villanueva. Tendemos a idolatrar lo que no conocemos y despreciar lo que nos toca de cerca. Aun así, miramos con ternura al pasado, recordando calles llenas, viviendo indiferentes a ese cariño que todavía nos puede dar el presente. Viajamos para sentirnos rodeados, extrañamos el bullicio y más en tiempos de coronavirus…

Los consumidores pensamos egoístamente solo en nosotros. Y egoístamente pedimos todavía más, sin ofrecer nada a cambio. Nos quejamos de falta de gente en la calle, de poco comercio y por eso cogemos el coche para buscarlo fuera de nuestra localidad, provocando sin darnos cuenta que el tejido empresarial local se desangre. Jugamos a ser jueces de nuestro pueblo cuando, sin saberlo, estamos siendo los verdugos.

 

Y en este caso el coronavirus tampoco favorece al autónomo. Hay que recordar que los grandes beneficiados de esta pandemia serán de nuevo los mismos que están hundiendo al comercio local. El Corte Inglés, Zara, Amazon o eBay siguen funcionando a pleno rendimiento. Aprovechando intencionadamente la situación para ofrecer sus más llamativas ofertas y consiguiendo más Prime o consumidores fijos en sus redes. Reeducando así a una sociedad confinada para que aprenda a comprar por internet cualquier cosa que necesite. Sencillamente no es justo. No es justo que el autónomo tenga que pagar su cuota sin poder trabajar. No es justo que el eslabón más débil de la cadena sea siempre el mismo. No es justo que una tienda de ropa no pueda abrir, pero Amazon sí pueda vender un artículo que no sea de primera necesidad. No es justo que los beneficiados sean siempre las grandes superficies, cuando el negocio local lucha por su pueblo más que nadie. No es justo que el COVID-19 sea la excusa para dejar caer al pequeño comercio. Sencillamente no es justo…

Esa pequeña tienda es la que evita la despoblación, la que da trabajo a tus hijos, la que hace que la gente salga a la calle, la que hace el pueblo sea interesante para la personas de otras localidades, la que fomenta el turismo y la que patrocina eventos y actividades para que tu pueblo esté vivo. Una tienda que hoy se sostiene por una población envejecida de costumbres fijas. Pero, ¿qué pasará mañana? Quizá el coronavirus sea el último aviso para cambiar las cosas. Tanto para el comercio y la necesidad de modernizarlo, como para el ciudadano y el destino de su pueblo.

 

Pensábamos que nuestra burbuja sería intocable, que nuestra microeconomía oleícola nos daría años de bonanza. Pero viendo cómo está el olivar y viendo cómo está el comercio, las expectativas no son buenas. Todos somos culpables. Culpables porque hemos vivido ajenos a la realidad. Por eso necesitamos adaptarnos a este nuevo panorama y buscar en el comercio electrónico y el marketing una última oportunidad.

 

Y hay que saber que todos estamos al filo de la navaja, no solo el comercio. Todos somos Villanueva, y su destino y el de tus hijos va ligado a lo que hagamos ahora. Hoy, más que ayer, tenemos que dejar de mirar al pasado y proponer futuro. Buscar la esperanza. Porque la decisión de hacia dónde va la localidad está en nuestras manos. El comercio es la bombilla que alumbra cada pueblo y las tiendas son el casquillo que sostienen esa luz. Así que aprovechemos esta lección que nos ha dado la vida para cambiar nuestra rutina y nuestras costumbres cuando esto acabe. Porque los problemas siempre sacan lo mejor de uno mismo y porque Villanueva se merece que le devolvamos todo lo bueno que nos ha dado.

Llegados hasta aquí muchos asentirán, sin saber muy bien cómo ayudar. Pues es muy sencillo, compra en tu pueblo. El más mínimo detalle de cada ciudadano es un todo para el comercio. Y es comprensible cada postura individual de que no compro porque no tienen cierto artículo, pero es que no concedemos el beneficio de la duda de si ese pequeño negocio lo puede pedir a su distribuidor. Y quizá luego esperar el pedido unos días nos parecerá excesivo, pero sin embargo compramos en Aliexpress y esperamos dos meses a que llegue (o no) nuestro paquete. Vivimos obsesionados con la oferta, obviando que de ese minúsculo ahorro subsisten familias enteras. Sin saber que los dos euros que nos ahorra Amazon es fruto de la extorsión que ejercen sobre otras PYMES para permitirles vender sus productos en su marketplace. Abusamos de nuestras tiendas para que nos enseñen un artículo y así poder pedirlo por internet. Olvidamos rápido lo que el comercio hace por nuestros pueblos y exigimos hasta el último céntimo en cada compra. Tampoco es algo exclusivo de Villanueva, simplemente sufrimos las consecuencias de una sociedad de consumo y de renegar de nuestras propias raíces, pues todos, o hemos trabajado en un comercio, o tenemos seres queridos que viven de él.

 

Pero tampoco podemos cargar toda la responsabilidad a los consumidores. El pequeño negocio necesita mucho trabajo y mucha unión. Tiene que dejar de buscar soluciones unilaterales para salvarse. Necesita modernizarse y adaptarse al nuevo mercado que se ha creado. En resumen, necesita subirse al tren digital para no ser atropellado.

 

Espero que mañana no miremos al pasado con nostalgia, con el recuerdo de calles vivas y luces encendidas, buscando culpables de no haber evitado que el comercio desapareciera. Ojalá que mañana miremos al pasado agradeciendo al condenado virus que nos abriera los ojos y nos ayudara a construir una villa de la que todos nos sintiéramos orgullosos.

 

Hoy, el aplauso desde mi pequeño balcón va para vosotros, el pequeño comercio, por ser la luz de cada pueblo.

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